Soledad

 

           

    Sola, en mi habitación, siento la oscuridad. Una oscuridad que al principio sólo me rodea, para luego introducirse lentamente en mi ser, en mi mente, en mi alma. Embota mis sentidos, entristece mi espíritu, espanta mis ideas y me hace vulnerable.

           

    Es entonces cuando mi mente comienza a volar, hacia aquellas cosas que mi interior guarda, aquellas que preferiría no recordar y que hace mucho encerré en el sótano de mi subconsciente. Es entonces cuando entro a esa vieja habitación, sucia, oscura, llena de fantasmas a los que casi ni recuerdo. Y veo sus rostros... esos rostros que en otro tiempo fueron alguien y ahora son sólo el humo de mis fantasías. Rostros que comienzan a tomar forma y me trasladan al inconsciente de mi mente, en un viaje acelerado hacia el pasado.

           

    Y mi alma se marchita, mi mente se extravía y las imágenes corren como una película cuyo único espectador es el protagonista. Recuerdos, recuerdos tristes que se empolvan en mi interior, que se ocultan de mis sentidos, que se clavan en mi corazón.

           

    Entonces miro a mi alrededor buscando una salida y me encuentro sola, y un sentimiento se apodera de mí, el sentimiento que me lleva por el viaje que no quiero hacer... la SOLEDAD. Y es así como lucho por volver a salir, por escapar, por revivir, y los fantasmas desaparecen nuevamente en aquel cuarto oscuro.

           

    Sin embargo con el paso del tiempo he llegado a comprender que la soledad no siempre es mala e incluso a veces es necesaria. Para huir del mundo, para inspeccionar nuestra alma, para conocernos, para entendernos, para mejorar, para crecer, para creer, para dar, para vivir, para ser, para existir. Entonces cuando los fantasmas vuelven a aparecer, ya no son malos, sus rostros no asustan y los colores brillan, y las imágenes en mi mente son recuerdos... recuerdos de alegría, de felicidad. Recuerdos que fueron desplazados por la desesperación, la tristeza, la ansiedad, el miedo o la incredulidad.

           

    Es la soledad la que nos lleva a aquel mundo de nuestro interior del que muchas veces huimos, del que nos asustamos, del que queremos escapar. Pero es también la que inspira al escritor, al pintor, al músico; porque es la que nos ayuda a sacar esos sentimientos ocultos que luego se plasman en el papel, como escrito, paisaje, partitura, poesía o música. Por eso la soledad es necesaria, es necesaria porque es un sentimiento humano, una forma de introspección, una forma de superarnos; en fin, una forma de vivir y de sobrevivir.

 

© 2009 Julieta P. Carrizo